14-06-2017

Magalí Etchebarne en Télam

Magalí Etchebarne: "Escribir es como volver al pasado, pero con el superpoder de inventar"

"Los mejores días", primer libro de Magalí Etchebarne, reúne una serie de cuentos que se pueden leer como una larga historia de mujeres que observan, actúan y toman decisiones a partir de momentos de revelación que las llevan a reflexionar sobre sus formas de vincularse con el amor, la familia o la soledad. 

Por Juan Rapacioli

Publicado por el sello Tenemos Las Máquinas, el libro trabaja con una perspectiva femenina que se mueve entre la vida familiar, las relaciones amorosas y los vínculos laborales, a través de historias sencillas que abordan experiencias reveladoras de sentido, momentos de aprendizaje decisivos y formas de la maduración que devienen en descubrimientos íntimos. 

"Con la rara madurez de los treinta años, a la manera de Clarice Lispector, Lorrie Moore o Grace Paley, estos cuentos son un espacio de indagación. La vida se mira de frente pero sin urgencia. Hay un ritmo tranquilo que hacia el final se combina con el impacto de un descubrimiento. Por eso leerlos nos provoca el intenso placer de un desborde contenido y latente", señala la escritora Inés Acevedo en la contratapa del libro. 

Magalí Etchebarne (Buenos Aires, 1983) estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y trabaja como editora en el grupo editor Penguin Random House. Sus relatos aparecieron en las antologías "Historia de mujeres infieles", "El amor y otros cuentos" y "El tiempo fue hecho para ser desperdiciado". En diálogo con Télam, la editora habló sobre el origen de su primer libro.

- Télam: ¿Cómo nació este libro? 
- Magalí Etchebarne:
Escribo cuentos desde varios años y había publicado algunos cuentos en antologías. Los que reuní en este libro los escribí en los últimos cuatro años. Quería que el libro funcionara como una familia, que los personajes se repitieran​ y se pudiera leer como una sola historia. Al final agregué algunos que se corren de esa historia grande pero que me gustaban porque eran otras voces, otras mujeres que cuentan cosas que no viví del todo pero que escuché o exagero. Son todas historias contadas por mujeres.

- T: Hay una voz compartida que narra con cierta distancia, como desde el recuerdo. ¿La memoria funciona como base para los cuentos? 
- M.E.:
La memoria es mi motor. Algunos cuentos tienen el tono de la nostalgia, esa forma de mirar lo que pasó bajo la película de lo encantado o enrarecido; en otros cuentos hay mujeres que miran el pasado para entender y también está el pasado como algo inquietante. Eso que pasó y no vuelve es algo que personalmente me obsesiona. Vas creciendo y el pasado se vuelve enorme, pero ¿dónde está? Me atormenta un poco eso, y creo que ese dolor es el que me hace contar. Cuando escribo me parece que vuelvo al pasado, pero con el superpoder de inventar. 

- T: La mujer tiene una importancia central en el libro, una construcción de sentido a partir de su mirada. ¿Te interesaba trabajar específicamente con esa perspectiva? 
- M.E.:
Sí, quería pensar a las mujeres que conocí, las que me criaron, tratar de entender qué las llevó a elegir a esos hombres, a tomas esas decisiones, a avanzar​ con embarazos o a dejarlo​ todo. Me obsesiona el momento en el que se toma una decisión así, porque suele estar rodeada de conversaciones y gestos intrascendentes. Todo sigue, pero algo se ganó y se perdió para toda la vida. En mi familia hay mujeres que salieron a comprar algo y no volvieron más. Y eso es una anécdota común cuando se trata de un hombre, pero sobre las mujeres opera una condena eterna. Por eso quise escribir también sobre ellas, porque hay deseo ahí, hay pasión o locura, y las historias que más me gustan tienen eso. 

- T: Los cuentos, de alguna manera, comparten un movimiento: el momento de la revelación de algo que se aprende para siempre. En ese sentido, ¿lo considerás un libro sobre la maduración?
- M.E.:
Puede ser un libro sobre la maduración porque lo escribí mientras eso me pasaba. Y también porque toda elección te hace madurar, y en ese sentido en estos cuentos casi todas las mujeres eligen y eso las transforma. A veces madurar no es sinónimo​ de evolución emocional, se puede madurar para cualquier lado. No es que aprenden algo y crecen, a veces solo envejecen o se condenan. O incluso la vida pareciera elegir por ellas, y esa sensación de que las circunstancias se imponen me interesa para contar. 

- T: ¿Qué lecturas, autores y obras formaron parte de la construcción de los cuentos?
- M.E.:
Leí a muchas autoras mujeres: Aurora Venturini, Inés Acevedo, Hebe Uhart, Alice Munro, Claire Keegan, Lorrie Moore, Liliana Heker. Me iluminaron formas de contar. Todas son amas y señoras del cuento. Me gustan sobre todo sus voces, los climas, esas historias que son breves pero como embudos mentales que te succionan. A algunas trato de copiarlas, después lo que queda no tiene nada que ver con esas genialidades, pero las uso como disparadores y como faros. Hay un cuento, que es el último del libro, que lo escribí de un tirón después de terminar "El Amante" de Duras, no tiene nada que ver con su prosa, pero en mi cabeza me parecía que hablaba otra y me dictaba.