14-07-2017

Cat Power. La toma de la Tierra en Revista Jennifer

Ética del derroche

Por Agustina Paz Frontera

El narrador de esta novela es un animal. Un gato narrador perplejo pesimista que construye un relato para justificar nuestra (humana) erradicación como “especie sumisa, pacata y autoritaria”. El gato de Cecilia Palmeiro está en contra de la estructura familiar, la maternidad obligatoria, el sexismo, el especismo, el consumismo, el trabajo, este gato deviene feminista radical y elige a La Palmeiro como Conejita de Indias para estudiar las debilidades y fortalezas de la raza humana. La Palmeiro, en rigor su alter ego literario “La Madrina”, eterna mágica sensual suertuda pasa sus años entre Nueva York, Londres, Río de Janeiro, Marruecos y Buenos Aires, tiene todo tipo de sexo, se enfrenta a mil peligros, gasta plata que no tiene, fuma muchísimo porro, llora, es un éxito académico, hace yoga todos los días, se enamora de un modo supremo y despliega glamour felinizado. Todo esto en Cat Power. La toma de la tierra, novela que editó Tenemos las Máquinas en mayo de este año.

Mónica Cragnolini dice en un ensayo sobre las muertes de los animales, “Las muertes(invisibilizadas) de los animales” (Revista Humo, marzo de 2017), que los gatos no “marcan territorio”, como creemos desde nuestra mente humanoide, sino que hacen una maniobra para dejar un mensaje, “un gato que frota las glándulas que tiene en su cabeza contra un objeto o persona va dejando huellas o señales de su paso: quien las puede decodificar, recibe una suerte de carta (o email) indicando que por allí pasó tal gato…”. ¡Cecilia Palmeiro leyó ese mail!

El animal narradorx, junto con la autora, absorbió todas las lecturas críticas que se dan en las universidades públicas, podría este libro casi fantástico con chispitas de ciencia ficción leerse en las materias introductorias a las ciencias sociales, las artes, las humanidades, porque explica DESDE LA PALABRA DE UN GATX, el pensamiento occidental del siglo XX y, más aún, el postmoderno. Todo lo que “La Madrina” leyó aparece aquí como un pensamiento crítico gatuno, nuestro sentido común política, estética y filosóficamente correcto: “A la Madrina le gustaba leer una corriente del pensamiento contemporáneo llamado teoría queer (elucubraciones acerca de la diferencia cultural), lo que daba un marco filosófico a su ética del derroche, a su política libertaria y a su estética frívola”, dice la voz gatina (las negritas son mías).

Pero hay algo que suma este libro, ideal para leer de a muchxs, que no está repetido ni hecho aún fllyer, y es la comprensión de la animalidad. Citaremos de nuevo a Cragnolini porque el ensayo dialoga perfecto con Cat Power: “El que se dedica a las ¨ciencias humanas¨ a veces carece de sensibilidad con respecto a algo diferente del hombre: el prejuicio de la ¨dignidad¨ de lo humano por sobre el resto de lo viviente es casi un lugar común en la vida académica. Carencia de sensibilidad para el otro viviente no humano (...)”.

La autora real y el narradorx gatx reconocen una cualidad irreductible en el animal que no es el hombre y reconocen una dignidad de otro orden en él/ella.

Se sabe que la mujer es la negra del mundo, es la otra, es dentro del binomio humano el lado donde se aloja lo animal. Pero en esta historia se enlazan todos los términos, se trenzan, lx narradora transiciona de mujer a gata, a loca, a mostra, a diosa, a mula, a mente, a cuerpo. Cat power es un libro feminista, sin spoilear, será el feminismo el que resuelva las también neuróticas mentes gatunas organizadas en La Gran Mente Gatuna feliforme.

La primera parte de este libro quizás sea una maravilla. El gatx de Cecilia cuenta la naturaleza postorgánica, el género como performance, la división sexual del trabajo, el trabajo doméstico no remunerado, la prohibición del aborto como síntoma de la pretendida centralidad reproductiva de la especie, el modelo extractivista, el fundamentalismo religioso y el melting pot genético que habitaba las sábanas de la cama de la argentina exótica que parecía travesti.

Pero no todo es éxtasis y fantasía, podredumbre capitalista y dominación metafísica animal, lx gatx descubre algo radical en la humanidad: “la empatía. Los humanos lograban ponerse en el lugar del otro. Qué enroque afectivo tan loco. Existe, por debajo, por fuera del orden social, otro orden de correspondencias, en el que los humanos no actúan según el principio de autoconservación, sino por el bien de otros”. 

La Madrina y el gatx que es su amx (no al revés) no dejan títere con cabeza, se voltéan a  todo lo que camina y nada queda ajeno a sus crítcas, cualquier breve período de bonanza se interrumpe por una ignominia de tamaño universal, ¿qué error humano dejó que el mundo se volviera tan fascista, tan berreta? No hay paz en esta toma de la tierra, no hay paz. “Todo bien con el devenir menor pero tampoco la pavada”, dice el gatx porque tampoco se conforma con estratificarse allí en la minoría. “Esnobear te vuelve deseable”, asiente, a veces la salida de emergencia está a la vista de todxs y en el lugar menos sospechado. 

El gatx nos inocula feminismo (socialista y antiespecista) como forma de apaciguar nuestras tragedias como especie. Se arma un Paro nacional de mujeres, el orden mundial patriarcal se empieza a caer ese día, pero La Madrina, una de las capitanas, no se enviste de líder miliciana, de sindicalista, sino de Condesa sangrienta atormentada por un doble movimiento de desubjetivación vía comunismo sororo y de fuerte subjetivación vía amor propio, de querernos como somos: nada. ¿Qué somos? Nada, ¿qué queremos? Todo. Esta es la enseñanza de esta fábula postorgánica escrita por Cecilia Palmeiro.

Algunas frases lindas:

Su cuerpo era tanto un basurero como un altar. 
Vivía de resaca mirando llover. 
Se dio cuenta de que tampoco quería estar tan careta.