30-04-2019

Magalí Etchebarne en El Mundo de España

Y aún más romanos, un caballero y Etchebarne

MANUEL HIDALGO

 

COLOSAL Y CON FALDAS

Como iba diciendo, fue inevitable ver en Semana Santa películas de romanos por televisión. Todo un regreso a la infancia para varias generaciones, con nostalgia incluida. O no. La cadena eclesial, Trece, como se esperaba, lo dio todo, de la mañana a la noche. Telemadrid, aparcando sus "westerns" de sobremesa para jubilados, también. Romanos, péplum, cine bíblico...Películas con hombres con falditas, como bromeaba -pero en serio-Terenci Moix, que entendía mucho. A lo que habría que añadir, para otra clientela, el erotismo blanco de las esclavas y el erotismo perverso las sacerdotisas y las emperatrices. Todo estaba calculado. Para todos los públicos, sí. Con tanta lluvia disuasoria -y tanto sueño atrasado-, confieso que vi nada menos que Quo Vadis? (1951), La túnica sagrada (1953) Los diez mandamientos (1956) y Ben-Hur (1959) en sesión de siesta. ¡Todo un máster! A veces, remasterizado. Un apunte: todas estas películas formaron parte de lo que se llamó el cine colosalista. El colosalismo -que también es un estilo arquitectónico- lo inventaron para el cine los italianos muy a principios del siglo pasado. Pero el colosalismo cinematográfico norteamericano, en los años 50, fue la primera respuesta de Hollywood -gran espectáculo en pantalla grande- a la competencia de la televisión, afianzada en Estados Unidos en los años 40. La pelea ha continuado con otros recursos -¿se acuerdan de las películas de catástrofes?- y prosigue con los efectos especiales del cine fantástico y de ciencia-ficción. ¡Y con el de superhéroes! Vengadores: Endgame, ahora mismo. Pero hay, entre muchas, una diferencia capital. Todas las películas arriba citadas se basaban en novelas -o en la Biblia-, y eso daba, al margen del espectáculo, una consistencia dramatúrgica a personajes y escenas, hasta con brochazos shakespearianos, que no se ha vuelto a ver. Que se ha perdido.

LA MADRE DE BRIAN NO OYE

Y ya que estamos, se ha reestrenado, coincidiendo con su cuarenta aniversario, La vida de Brian, la tercera película de los Monty Python, que dirigió uno de ellos, Terry Jones, y que es justamente, entre otras cosas, una sátira del cine colosalista. Es muy difícil elegir la escena más divertida entre las muchas desopilantes que hay en esta película. Me quedo con una que es una burla y un comentario del endeble realismo del cine de espectáculo. Y su humor, su magnífico "gag" inicial, se expresa sólo con la imagen y el sonido. Me refiero a la escena del Sermón de la Montaña. Con la música sublimadora y retórica del cine bíblico, Jesucristo inicia su sermón -¿recuerdan?- en viva y alta voz ante la muchedumbre que abarrota la colina. La cámara, muy cercana, se va alejando, tomando distancia, con un zoom de retroceso y, en lógica y genial consecuencia, la voz de Cristo se va perdiendo y no se entiende nada. Hasta aquí, el "gag" más puro e inteligente. "¡Más alto! ¡Es que no oigo nada!", grita desde muy atrás la madre de Brian. Y luego ya viene el humor verbal de la pelea con el narizotas y todo eso.

 

¿QUÉ QUIERE EL PÚBLICO?

Tercera comparecencia en Madrid, y con idéntico éxito, de los británicos Declan Donnellan y Nick Ormerod. Sólo cuatro representaciones, terminadas ayer, en el María Guerrero. No me gusta extenderme sobre lo que ya no está accesible para el público (lector). Pero se puede extraer una reflexión. La representación contiene una broma y un ardid. La broma (por así llamarla, pues no es tal), a costa del teatro isabelino, de Francis Beaumont en concreto. En The knight of the burning pestle, se inicia la puesta en escena de un drama amoroso, familiar y social (por resumir). Dos espectadores (actores) se encaraman al escenario y protestan: esto es muy aburrido, un rollo, queremos acción, aventura, espectáculo, risas. Y logran introducir, con ayuda de su sobrino, la quijotesca peripecia de un caballero andante. La obra inicial consigue desarrollarse a trompicones, mientras que, al gusto de los espectadores, la representación pirata hace crecer el jolgorio carnavalesco hasta la festiva apoteosis final. La reflexión, que nos involucra e interpela a todos y a cualquier género artístico, no puede ser más actual: ¿qué quiere el público de hoy?, ¿no aguanta una propuesta seria, se encuentra a gusto sólo en lo banal?, ¿qué se le puede y debe dar -el ardid- sin traicionar el propósito del creador? La respuesta, incluida en la pirueta metateatral que hace la obra, es tan sencilla como complicada: con imaginación y con la mayor perfección, se puede aunar todo. Ésa es la meta. ¡Casi nada!

TODO ES MUY EXTRAÑO

La literatura latinoamericana sigue produciendo excelentes narradores. ¿Tantos como cuando el boom? O más. Eduardo Halfon, Yuri Herrera, María Gaínza, Pedro Mairal, Mariana Enríquez, Juan Cárdenas, Fabián Casas...ya están entre mis favoritos. ¡Y hay muchos más! Añado un nombre recién salido del horno: la argentina Magalí Etchebarne, nacida en 1983. Brillante porvenir le espera a tenor de su primer libro, Los mejores días, una colección de ocho cuentos que acaba de publicar Las afueras en España. Una escritura como la suya no puede ser flor de un día. Seguro. Mujeres, hombres y mujeres, parejas, familias: relaciones anómalas, reacciones extrañas, amores fuera de pauta. Deslumbrante.