09-12-2015

No exactamente en el blog Libros y Pelotas

Celos, cementerio y baile

Por Alejandro Duchini

 

“Barone abrió su bar, a metros de la capilla. Lo bautizó Nuestros seres queridos”. La frase pertenece al cuento Nuestros seres queridos, del libro No exactamente, de Alejandro Caravario, que acaba de publicar la editorial Tenemos las máquinas. Trata sobre un grupo de amigos que tienen amantes, esposas y otras aventuras, como por ejemplo huir de un marido policía que descubre que su mujer lo engaña. El protagonismo de este relato se lo lleva un viudo que para no olvidar a su su ex se le ocurre una idea descabellada: abrir un bar pegado al cementerio del pueblo. Para convencer a la comunidad aduce que lo bueno es que quienes esperan a sus muertos podrán hacerlo bebiendo o comiendo. La realidad es que Barone, de él se trata, lo hace para estar físicamente más cerca de quien fuera su mujer.

La idea es tan absurda como original. Al leer esta historia, me pregunté cuántos cementerios tienen bares pegados. No lo sé. ¿Habrá alguno? A unas cuadras, puede ser. ¿Pero pegado? Lo cierto es que ese bar crece. De ser un simple despacho se convierte en casi un restaurante. Los camioneros se desvían para comer y terminan haciendo guitarreadas en plena noche. Los amigos lo toman como punto de encuentro. Asisten también amigas del grupo y la cosa cambia radicalmente.

Caravario lo relata de manera genial. Es simple para contar. Hace atractiva la lectura de estas apenas 87 páginas que componen otros dos cuentos: El desprecio y El bailarín eléctrico.

En El desprecio -con el que se abre el libro- queda en claro cómo los celos pueden malgastar una relación que, desde el punto de vista del lector, aparece como perfecta. “Empecé a desconfiar. Mejor dicho, a tener miedo. Una vez fui feliz y no me gustó”, se lee. Un hombre tira todo por la borda porque no le cierra que el socio de su pareja no haya tenido una relación íntima con ella. Las sospechas le carcomen tanto que terminan cuando la toma del cuello y la obliga a confesar lo que no ocurrió. El “hijo de puta” cierra el círculo perfectamente.

El bailarín eléctrico es el último relato. De la música y la alegría del baile se pasa a la melancolía y la violencia que no sólo se resuelve con los pies. “Mausi era nuestra leyenda triste. La princesa prisionera”, refiere Caravario, apelando a un tono poético, sobre uno de los personajes.

Lo más piola de este libro es que Caravario, un periodista que llegó al periodismo desde la literatura y no al revés, sabe contar las historias. Uno disfruta de la lectura. Que cuando es breve, como en este caso, es también dos veces buena.